Recientes estudios antropológicos relativos a la evolución de cavidades bucales y huesos faciales parecen confirmar lo que muchos médicos y odontólogos llevaban sospechando desde hace años: Hay una epidemia silenciosa en la civilización occidental, y sucede delante de nuestras narices, ¡nuestras mandíbulas son cada vez más pequeñas!
Las pruebas disponibles apuntan a que la epidemia de encogimiento de mandíbulas no es parte de un proceso de evolución genética, sino de alteraciones de nuestros hábitos alimenticios y normas culturales que pueden producir profundos cambios fisiológicos en las poblaciones humanas en intervalos cortos. El proceso comienza cuando la humanidad experimentó cambios de comportamiento radicales con la llegada de la agricultura, el sedentarismo y la industrialización. Un factor evidente es el ablandamiento de las dietas, especialmente con la invención relativamente reciente de los alimentos procesados.
Esta epidemia oculta de encogimiento de mandíbulas está detrás de muchos problemas de ortodoncia y salud, según investigadores de Stanford. La presencia de un perfil facial más hundido disminuye el perímetro de la arcada dentaria que aloja la muelas de juicio, que no encuentran lugar para erupcionar. La lengua, a su vez, se ve ‘obligada’ a invadir la faringe durante el sueño, provocando la aparición de una grave enfermedad denominada apnea obstructiva del sueño.
La reducción de la cavidad bucal es progresiva e imparable. Hay países con una incidencia muy alta —tasas que superan el 25% de la población adulta y el 10% entre los niños—, que presentan, además, un notable aumento de la obesidad entre sus habitantes. «La epidemia de mandíbulas es muy grave, pero la buena noticia es que podemos hacer algo al respecto», dijo Paul Ehrlich, profesor emérito de estudios de población de Stanford y uno de los autores del estudio. Por esta serie de razones, las terapias deberían ir dirigidas a aumentar el tamaño de la cavidad bucal y nunca a disminuirla o a tratar de eliminar su contenido, exceptuando casos concretos, como las tonsilectomías. Los tratamientos de ortodoncia y cirugías maxilofaciales deben orientarse a aumentar el perímetro de las arcadas y el tamaño de los maxilares, evitando en la medida de lo posible las extracciones dentarias.
Y por último —y como siempre insistimos en Q+P— está la importancia del diagnóstico precoz.